Aparece la línea que corta.
La luz del día espanta a las tinieblas.
Es el momento exacto del alumbre,
ese segundo donde los problemas
renuncian a la cruel repetición.
Es fugaz esta vida tan impía.
El tiempo en vano vive en sueños lentos
que cobijan los plazos más oscuros.
Me niego a ser cautivo de la mente
y mando con furor a la intención
de que la cama sea espacio libre
del preso de la vida que está en mí.
Es el oasis, ahora, sucio arroyo y polvo:
una higuera de mal agüero,
viuda y sin higos.
Remanso oscuro y una prima chumbera.
Ahora, que cualquier camino es viejo,
hay escombros de vida hollada
Ahora, que más quiero, cada día
Ahora ¡qué ambiguo, el verbo!
Ahora, un perro negro es mi compaña
El puente, que hace dos el sendero, es la frontera.
Camino hacia poniente
con el sol de las ocho en la cara.
De lazarillo, mi perro carbón.
Detrás de mí, la silueta de mi sombra,
aún no ha abandonado el frescor de la higuera.
Son las migas de pan mientras regreso.
Amigo aun desconocido
acéchame sin reserva,
distíngueme entre la caterva
y seré, de tu aprecio, merecido