Pregunto cómo escribo lo que pienso
con unos cuantos versos estrellados
en este mundo lleno de falacias.
Pregunto cómo hacerlo sin dolor.
Vivir en una tierra herida y yerma
pensando a cada paso si existiera
la forma en que ganar con este agravio.
Pregunto porque no poseo el juicio.
Mis letras pecan ávidas guerreras:
coltán, silicio, cadmio, boro y plata.
Con ellas soy un soldado que, desnudo,
disiente, lucha, pide, participa.
Así utilizo fuego equivocado,
ataco a lo que quiero y lo defiendo.
Postrado en este asiento desespero
y envío ceros y unos al espacio.
Agua y tierra es la vida:
verde, azul o marrón.
Agua y tierra, vida y muerte.
Muerte en el verde, el azul, el blanco.
La ácida lluvia en el cieno, en el cielo.
Agua y tierra es color:
agua y tierra que muere
Tierra bruna y agua gris
Tan uno, solo un paso más, y el barro.
Abismo negro, ya es el porvenir:
el último camino del humano.
Agua y tierra fue la vida
Tierra, vida: marrón, azul o verde.
Accede a esta dirección y escuchará el audio con el poema.
Hay sombras apiladas
debajo de los tejados.
Aclaman a su hora
con la algarabía
de la lluvia a cantaros.
Hay sombras que son luz
en las tinieblas,
aliento y puchero principal
de los vivos que aprenden
a morir cada mañana.
Hay días que son semanas,
quincenas que se alargan,
minutos que el reloj regala;
que valen caudales
y no cuestan nada.
Hay seres: mujeres y hombres
que vuelan sobre el miedo superado.
Son dioses ocupando su espacio
en el éter del amanecer diario.
Dejan el hogar y traspasan la puerta
Cambian el turno sin comentarios.
Nos enseñan que vivir
no es solo cosa de héroes,
que no hay actores secundarios,
que todos somos protagonistas.
Ellos allí y nosotros
aplaudiéndoles en casa.
Salvador Gregorio (Córdoba 24/03/2020)
Los eslabones se perdieron.
Estaban ciegos
y alguien torcía los renglones
por los que habían de encontrarse.
Fuera se cuece algo.
Oigo la tormenta allí, al otro lado.
Bajé las persianas
y encajé las puertas y ventanas.
De uno en uno os escucharía,
pero no vengáis con la furia del tiempo
¿Asustarme los truenos?
No
El rayo es más rápido y ya cayó
Trona ahora lo que murió;
lo que fue luz un segundo
y en su lentitud, después,
sonido que pronto se apaga
en el interior de mi casa.
Aprecio al ruido en su estertor.
Es el cielo eléctrico
un alboroto mediático.
Las nubes adoran a su condición
de hijas únicas;
nada podrá preñarlas
con simientes frescas,
siempre serán yermas.
Nadie convence a nadie
sobre sus ideas enfrentadas
No te escucho, cara de cartucho
Atravesaré las entrañas
por un túnel oscuro.
Prefiero dormir mientras ocurre.
Es verdad: no veré el brillo del cielo,
pero tampoco el de las espadas.
Hoy me quedo en casa.
Este hogar es justo.
Nunca me parece
grande ni pequeño.
Desde mi escritorio,
luz de ocaso lento.
El otoño es nuevo,
se estrena sin prisa.
Un reloj lejano
despierta al sonido
y acaba su siesta.
Oigo algunas notas,
no me dicen nada;
después, siete veces,
la campana tañe.
Diecinueve son
las horas ya muertas,
veladas, del día.
Una sinfonía
de patio escolar,
los miles de pájaros
volviendo a sus nidos.
La tarde naranja
es un claro guiño,
una invitación
del estro y las musas.
Hoy me quedo en casa
esperando al verso.
Quizá ande al encuentro
de un poeta atento
en este otro lado
de mi ventanal.
Amigo aun desconocido
acéchame sin reserva,
distíngueme entre la caterva
y seré, de tu aprecio, merecido