Hoy me quedo en casa.
Este hogar es justo.
Nunca me parece
grande ni pequeño.
Desde mi escritorio,
luz de ocaso lento.
El otoño es nuevo,
se estrena sin prisa.
Un reloj lejano
despierta al sonido
y acaba su siesta.
Oigo algunas notas,
no me dicen nada;
después, siete veces,
la campana tañe.
Diecinueve son
las horas ya muertas,
veladas, del día.
Una sinfonía
de patio escolar,
los miles de pájaros
volviendo a sus nidos.
La tarde naranja
es un claro guiño,
una invitación
del estro y las musas.
Hoy me quedo en casa
esperando al verso.
Quizá ande al encuentro
de un poeta atento
en este otro lado
de mi ventanal.